Aromas
Estas tardes más cálidas me hacen recordar tiempo atrás, cuando era chica y viajábamos con mi mamá a Santiago a visitar a los tatas. Desde una quinta región mucho más antigua, donde Con-con no tenía pavimento y a las 13:00 aún había gente que cerraba sus negocios para ir a comer, desde un bosque cargado de eucaliptos y arena de duna viajábamos hacia la modernidad, el consumo y la disponibilidad. Eran muchas más largas las horas de viaje en ese entonces, además de que íbamos los 4 hermanos "encerrados" en el auto durante las 3 horas que duraba la travesía, sobrevivíamos sólo gracias a la creatividad que permitía tolerarnos. Llegábamos usualmente muy de noche, con los más chicos dormidos, y una que estaba en medio sólo era llevada por la marea del adulto apurado. Los tatas de todos modos siempre tenían algo para comer, no importaba la hora, por si llegábamos con hambre quizás. La mesa de los tatas siempre estaba llena, usualmente había pancito redondo con palta, la más delicios