Desde la antropología. Quizás.

Si bien la antropología se encarga de forma profesional de estudiar el comportamiento del hombre y la sociedad en torno a contextos socioculturales, basta sentarse durante algunas pocas horas en un sitio concurrido por transeúntes para encontrarse de frente con una gran cantidad de elementos forjadores de nuestra sociedad.
En dicho terreno se aprecia la construcción interna de instituciones sociales expresada de distintas maneras, una de ellas que resalta (debido a la gran cantidad de tiendas ubicadas en el sector) es firmemente la presencia de publicidad como factor corroborante de las formas sociales que nos atañen, tales como la tendencia religiosa católica rigente hoy en nuestros espacios públicos, forjando formas poco íntimas y contenidas de relacionarse con “extraños”, denominación que también se integra de forma católica conservadora. La educación, expresada mediante la publicidad como un reto, donde los mensajes suelen desafiar la capacidad de cada uno de nosotros, poniendo en evaluación la formación educacional obtenida debido a que nadie quiere parecer un inculto o “maleducado”. Esto también se divisa en la señalética del lugar, donde se educa de forma visual y rutinaria a los transeúntes y, a largo plazo, a la sociedad en su totalidad. 
Otro pilar es la familia y sus necesidades, las que también son expresadas de forma clara mediante publicidad, donde se desafía (caso parecido mencionado con la educación)  el amor familiar (previamente designado por la iglesia) con la capacidad de otorgarlo mediante elementos materiales, convirtiendo el consumo en una satisfacción emocional más que funcional. Esto último se encuentra totalmente ligado a la percepción de economía que poseen las masas, donde son formadas de modo provocativo, debiendo demostrar constantemente sus capacidades (las cuales por lo general se entienden como de bajo nivel en comparación con otros países –otro golpe hacia la percepción de economía gracias a medios de comunicación distorsionados-), así dicha economía se torna con una visión personal, donde no es para todos sino para quien la pueda defender. 
Allí nacen los celos por dinero, las peleas de poder y las competencias, donde el lucro es una satisfacción que realiza a la persona. 

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