Frío y vida

Ha estado poniéndose helado últimamente. Poco a poco el otoño hace lo suyo y todos comenzamos a luchar contra las probabilidades. Así, los temerosos terminan cargando su chaleco durante todo el santo día, y los ilusos dejan ver su piel erizada ante el paso rápido de los vehículos.

Recuerdo ser pequeña, recuerdo el frío amargo de los lunes en la mañana cuando había que ir al colegio. El olor del desayuno que por temprano me mareaba, el silencio profundo del pasaje, algunos pájaros madrugadores y la niebla en suspenso.
Caminaba sobre el suelo húmedo escuchando las piedrecillas meterse en las canaletas de las suelas de mis zapatos, las lluvias se hacían de rogar ante la fecha y aún dormía la luna sobre la mañana.

Al bajarme de la micro el clima era otro, no era tan frío, con tantos niños entrando la energía era otra y al primer campanazo de recreo se te olvidaba el viaje ocurrido, pese a que cada mañana era el mismo martirio.

La vida se vive viviéndola, teniendo frío y calor, estando enojado y feliz, teniéndole miedo y disfrutando sorpresas.
Me encanta recordar esos momentos, más ahora que vivo otros nuevos. Momentos a sola y acompañada que me hacen recordar mi paso en esta tierra. Mi días despertados y mis noches dormidas.

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